Al existir marcas de servicio, la actividad de cualquier empresario puede protegerse a través de ellas.
El obstáculo principal que interrumpe el juego de la libre competencia es la no indiferencia de los compradores de los bienes, por los que les ofrecen los distintos productores.
Las causas de la preferencia mostrada por cualquier grupo de compradores por una empresa específica son de muy distinta naturaleza y pueden variar entre una larga costumbre, el conocimiento personal, la confianza en la calidad del producto, la proximidad de la oferta, el conocimiento de los requisitos especiales o la posibilidad de gozar de condiciones crediticias favorables, y la reputación de una marca registrada, o de un signo o nombre con altas tradiciones, o factores especiales en cuanto al modelo o diseño... que distinguen al producto del de otras empresas.
Está sociológicamente está comprobado que la mayor parte de los seres humanos se sienten felices cuando la sociedad los exonera del compromiso de pensar, sentir, querer, por tanto ser por cuenta propia, y les introduce el sistema de deseos humanos que son los usos.
El mercado orientado por las marcas se presenta en el contexto de esta arquitectura de usos.
En gran medida, la preferencia por las marcas se alimenta de factores de presentación (real o psicológica) que hacen más atractivos y distintos determinados bienes y servicios.
El consumo se convierte en un símbolo y en una manifestación de la dignidad y del estatus social. Se consumen bienes y servicios adecuados al rango y la posición social. Los restaurantes, los regalos navideños y el personal administrativo de las empresas se ajustan a la valoración del rango de los directivos.
Los individuos, de manera similar, en su tiempo de ocio realizarán actividades (teatro, ópera, parques temáticos, golf…) de acuerdo con su acomodación a su situación social.
En este contexto las marcas desempeñan un gran papel. Imaginamos las características de un producto o servicio, sus prestaciones, su calidad etcétera y asociamos la marca con una colección de características.
De esta manera las marcas ejercen una presión coactiva sobre nosotros
(garantía de calidad, de servicio, de vinculación con los usos hegemónicos...).
Cuando un adolescente, con el espíritu gregario que le caracteriza, solicita ir a un determinado estadio deportivo (o a un espectáculo infantil, o simplemente a un determinado restaurante de comida rápida) todo un conglomerado de sensaciones se cierne sobre él (dándole seguridad, poniéndole en el nivel de
sus compañeros, incluyéndole en una determinada categoría social...).
Leibniz señalaba que el ruido del mar se basaba en excitaciones mínimas de cada ola.
De la misma manera la conciencia sucesiva del objeto la vemos a través de nuestras percepciones y de nuestras apercepciones (conciencia de la audición; oír el oír).
Las marcas configuran y dominan los mercados actuales.
El contorno humano gira, más que nunca, en torno a una urdimbre de usos tejida con fuerza y gran precisión. El mercado se orienta, en consecuencia, hacia las marcas.
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